El gran Pepe Gálvez, delantero tuercebotas de habilidad limitada que demostró ser un diamante en bruto cuando apareció por primera vez en una alineación del Mallorca C.F. Debutó con 17 añitos ante el F.C. Barcelona. En él se fijó el entrenakoreanos Guus Hiddink para... ¿reforzar? la delantera del Valencia. Allí se consagró como la eterna promesa que siempre fué. En sus mejores años como valencianista (17 goles en la temporada 95/96) y delantero de la selección española sub 23, deleitó a todo el mundo con su poderío físico y una técnica escasa pero eficaz. La gente estaba descubriendo a Pepe Gálvez.
Cuando enseñó sus cartas comenzó el declibe. Los goles dejaron de acompañarle y... poco más le quedaba. Regresó al Mallorca donde todo siempre marchó bien, pero ya nunca fué lo mismo.
Intentó relanzar su carrera fichando por el Betis y la fortuna tampoco le sonrió. Allí se encontró con Oli (ridícula competencia) que le relegó al banquillo y cada vez más también al olvido. Acabó paseando sus enormes cualidades como tanque nacional más propias del Ejercito de Tierra que de un terreno de juego por los campos de segunda división en la zona atacante del Burgos.
Colgó sus botas (en ocasiones cargadas de plomo) antes de los 30. Triste final para un diamante que ningún entrenador fué capaz de pulir y sacar todo el brillo que acumulaba.
Los amantes del buen fútbol le olvidaron, pero su legado sigue vivo (véase Zigic ó Palermo).
Cuando enseñó sus cartas comenzó el declibe. Los goles dejaron de acompañarle y... poco más le quedaba. Regresó al Mallorca donde todo siempre marchó bien, pero ya nunca fué lo mismo.
Intentó relanzar su carrera fichando por el Betis y la fortuna tampoco le sonrió. Allí se encontró con Oli (ridícula competencia) que le relegó al banquillo y cada vez más también al olvido. Acabó paseando sus enormes cualidades como tanque nacional más propias del Ejercito de Tierra que de un terreno de juego por los campos de segunda división en la zona atacante del Burgos.
Colgó sus botas (en ocasiones cargadas de plomo) antes de los 30. Triste final para un diamante que ningún entrenador fué capaz de pulir y sacar todo el brillo que acumulaba.
Los amantes del buen fútbol le olvidaron, pero su legado sigue vivo (véase Zigic ó Palermo).